El jueves 23/08 leí en la página de
la Revista de Cultura un artículo que
Eduardo Romano escribió por cumplirse los “Cien
años de la cátedra de Literatura Argentina”. Allí Romano cuenta la gesta
emprendida por Ricardo Rojas, el del Centro
Cultural de la calle Corrientes, para demostrar que en cien años de
“Historia Argentina” (y un poco más, ya que él empieza desde la colonia),
existió suficiente material como para hablar de una Literatura Argentina.
Ricardo Rojas es autor de los ocho tomos a los que llamó La
literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el
Plata (1917-1923), y entre otras aclaraciones, Romano explica que Rojas
tiene la “lucidez para admitir que estaba reconstruyendo la producción
literaria de una región (la rioplatense) mucho más que la de un país”.
Ricardo Rojas fue una de las figuras
que definieron lo que sería la Literatura Argentina. Los escritores que él
incluye desde los tiempos de la Colonia son, para decirlo brutalmente, españoles, blancos y letrados. En
esta selección Ricardo Rojas deja afuera de la Literatura Argentina a los
pueblos originarios (pues los criollos nacidos en esta tierra son descendientes
del que llama en su libro homo
mediterraneus); deja afuera a los negros y mestizos entre otros (aunque
cuando habla de los padres jesuitas incluye alemanes, holandeses, ingleses y
otros europeos); deja afuera toda la poesía de tradición oral. Se me podrá
objetar que no era su intensión hacer un trabajo tan exhaustivo; responderé: la
exhaustividad no fue impedimento para definir la extensísima Literatura
Argentina desde la Colonia hasta su tiempo.
El trabajo de Ricardo Rojas dio sus frutos. Si
uno se detiene en los programas oficiales de literatura, dos tríadas sobresalen
inmediatamente: la del siglo XIX está conformada por Echeverría (El matadero), Sarmiento (Facundo) y Hernández (Martín Fierro). La del siglo XX por el
ABC de la narrativa contemporánea: Arlt, Borges y Cortázar. Esta selección
también marca una tendencia: estos autores son hombres (lo que excluye,
empezando con las mujeres, todo otro género no masculino); estos autores, como
explica Romano, escriben sobre o desde lo que sería Capital Federal, “lo
rioplatense” (son casos complejos, sin embargo, los de Sarmiento y Cortázar); estos autores
comparten una postura clasista, con claras diferencias entre sí, pero unitaria frente a lo que
excluyen.
En algún lugar de casa, bajo alguna pila de libros o revistas, existe una revista Lea cuya nota de tapa consistía en preguntarle a una cierta cantidad de escritores argentinos si existe una Literatura Argentina. Pueden haberse cumplido cien años de la creación de la cátedra de Literatura Argentina; habría que pensar a que nos referimos cuando utilizamos ese término.
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